¿Ficción o realidad?

 
 

El mundo que nos rodea y del cual participamos se identifica con el mundo real. Lo que no vemos no lo conocemos, nuestra realidad es el tangible que tocamos, miramos o con el que tropezamos pero pasar de ahí ya suele ser algo ciertamente complicado. El ser humano se identifica con el entorno físico y, aún así, siendo él también una realidad física apenas se conoce, de aquí que no deba extrañar el que el ser humano sea muy cortito, de poco recorrido, localista como la perdiz o, tal vez, aún más reducido como la codorniz.

El mundo no es uno mismo ni tampoco la sociedad que nos rodea, el mundo es una inmensidad, un ente cósmico que para reducirlo un poco en la dimensión, digamos que hay que identificarlos con el planeta Tierra. ¿Cómo es posible que el ser humano no llegue a entender que la misma especie es la que se desarrolla sobre la Tierra? Es normal que cuando se va con la mirada gacha no se vea el horizonte y menos las montañas y el cielo infinito. El ser humano utiliza para ver, básicamente, la mirada y la complementa con la sensibilidad del tacto o el tropezón, pero a estas alturas y en un porcentaje muy grande de los seres humanos aún no se ha llegado a comprender que es justo el cerebro el «ojo» con el que somos capaces de mirar y ver, con los ojos cerrados, el Universo infinito. Es el cerebro el «ojo» que desarrolla la imaginación, la creatividad, el conocimiento y todas las relaciones antropológicas metafísicas  que dan la razón y ser al ser humano. Es, precisamente, en el concepto del estudio antropológico-metafísico, donde hay realidades intangibles, las realidades que como verdad tienen que servir como referencia para manejar un conocimiento a partir del cual deja uno de ser común. El ser humano común mira poco con los ojos y ve menos con el «ojo» del cerebro, pero hay de aquel que no es capaz de ver con los ojos lo necesario para trasladarlo al «ojo» del cerebro y, a partir de ahí, empezar a desarrollar las verdades intangibles. El mundo de las realidades reales absolutas, por su rango, contenido y dimensión es el de lo intangible, eso que se ve pero no se palpa, eso que está en la distancia cualquiera que sea y que se maneja de forma cercana, es eso al alcance de pocos y, tal vez, de aquí que no se tome consideración de lo que unos pocos, como conjunto crítico, sean denostados, porque el resto de la colectividad no entiende cuando se les habla y muestran verdades intangibles.

El mundo en su realidad y sustancia está en el aceite, en ese aceite que corresponde a la gobernanza y que por encima de él hay un batidor que es el que lo agita cuando le interesa, aún a sabiendas de que nunca se va a mezclar con el agua, el batidor por encima del aceite y del agua. El batidor el poder absoluto, la gobernanza el poder relativo y aparente y, luego, el agua, el pueblo.

El pueblo es la gran colectividad, el aceite una minoría y el poder absoluto, como batidor, es un ente indeterminado que no tiene Estado ni bandera, pero su actuación es la Tierra. En el desarrollo de la sociedad ocurren acontecimientos extraordinarios que el pueblo no conoce o se le presentan de manera distorsionada, tal vez, como conviene para que unas veces no se alarme, otras no se entere y las más permanecen al margen, porque no interesa que el pueblo sepa nada en absoluto. En estos últimos tiempos, en los que sería necesaria la Tercera Guerra Mundial, por la fuerte depresión que, en forma de pandemia está agostando a la humanidad, tal como ocurrió en la Depresión de los años 30, ya se está gestando un atisbo en el que no se puede disimular la actuación de los poderes absolutos, sólo basta ver con qué facilidad se destituyen los gobiernos y se oprime a los pueblos. 

Primero el gobierno de Irlanda, luego el del Reino Unido y sin orden, sólo a efectos de enumerar, Portugal, España, Grecia, Egipto, Argelia, Marruecos, Túnez, Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Iraq, Italia y alguno más que falta para la tarta, aunque puede que la guinda sea Irán. 

Con el pretexto de la dificultad económica o financiera se le impone a un gobierno que haga elecciones para ser sustituido o, por el contrario, se le sustituye de inmediato a dedo, poniendo a gente de la cuerda suficientemente dócil y adiestrada para cumplir las órdenes que correspondan en los momentos actuales. 

— «Si no haces elecciones te quitamos y ponemos nuestro gobierno. 

— Pero... oiga ¡si yo he sido elegido democráticamente! 

— Vamos, vamos, no te pongas así, nosotros somos los que decidimos y no el pueblo, tú estás porque te lo consentimos, pero ahora ya no nos eres interesante, ya no nos vales como muñeco y ahora el gobierno lo ponemos nosotros. 

— ¡Pero eso no es democracia!. 

— Claro que no, la democracia es un pretexto que como píldora edulcorante se la tragan los pueblos; chatín, los gobiernos los ponemos y los quitamos nosotros y tú te vas a tu casa, has estado mientras nos has interesado».

El concepto de la democracia se está imponiendo como pretexto cada vez a más pueblos, los gobiernos se eligen por el pueblo, pero el pueblo elige entre los que le ponen en el papel, incluso con la cruz ya bien colocada. Los pueblos creen que existe la democracia que los gobiernos son primus inter pares y les representan a ellos a plenitud, qué ignorantes son los pueblos, que pena que aún los pueblos sigan confiando en la democracia, en sus representantes y en el voto. La única verdad que existe como mal sobre el pueblo es el voto, con el cual entrega todos sus derechos y él asume todas las obligaciones que le quieran imponer.

En España, en las últimas elecciones, el Partido Popular ha sacado, en números redondos, 10.800.000 votos y 186 escaños y en la elecciones anteriores 10.200.000 y 154 escaños, la diferencia es de 32 escaños con un incremento de 600.000 votos.

El PSOE en las elecciones del 2008 sacó 169 escaños con 11.300.000 votos y ahora con 7 millones 110 escaños, 4.300.000 votos menos. La diferencia de escaños son 59. 

¿Cómo es posible que con 4.300.000 votos menos se pierdan sólo 59 escaños y con 600.000 votos más sólo se consigan 32 escaños más? ¿Cómo es posible que con 1.200.000 votos un partido saque los mismos escaños que otro con 300.000? ¿Es verdad que un ciudadano un voto y es verdad que los escaños se consiguen con los mismos votos? ¿De dónde, según la Constitución vigente, somos todos iguales? ¿De verdad existe la democracia o es una pura falacia para engatusar al pueblo? Conviene que el PP saque mayoría, pero no tanta que parezca dictadura. Cuando Felipe González sacó mayoría absoluta se preguntaban, unos a otros, ¿le has votado tú? Yo no. ¿Y tú? Yo tampoco. Pero había que ponerlo en el poder para que se homologase la falacia de la democracia.

Antonio Sáez del Castillo

1 de diciembre de 2011

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