La vida como un corto relato

 
 

La pasividad o indiferencia, para la persona y la sociedad en su conjunto, puede llevar de forma progresiva hacia la mediocridad y, seguidamente, a niveles inferiores de vida. Tratar frívolamente esto es hipotecar el futuro.

La voluntad es la facultad para decidir y ordenar de forma consciente la conducta de cada uno en particular y sostenida sin desmayo en el tiempo. Ser constante y no desmayar se traduce en una conducta firme para conseguir los objetivos previstos y programados. Es una evidencia que sin entender no se puede comprender. Leer para entender, entender para comprender, comprender para reflexionar y concluir, con lo que ya puedo comparar y, seguidamente, archivar para luego poder recordar y así, de esta manera, saber para responder o actuar. Como el agricultor, sembrar sobre una tierra fértil y saber esperar hasta el final.

Vivir la vida es como caminar contra el viento
 y tal vez muchas veces huracanado

La realidad de la vida en la que vivimos no es estática, por mucho que el ser humano se empeñe en que todo debe seguir igual. La pasividad lleva a la inmovilidad y eso hace que se produzca un fuerte desfase entre el pasado asimilado como estático y el presente permanentemente dinámico. Los tropismos del entorno condicionan todo o casi todo incluido a la especie humana y, con ello, a la sociedad toda. De esta consideración evidente se deduce que estamos sometidos a las condiciones que el entorno impone, nos guste o no. Lo impuesto por rango superior de leyes naturales se asume, sin más. Ante estas evidencias somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a la realidad cambiante, ya que de nada sirve presentar resistencia numantina al concluir como solución el suicidio personal y social. Mejor solución es asumir la realidad y darle la mejor respuesta posible, para lo que no hay más remedio que formarse lo mejor que a cada uno le sea posible. La responsabilidad de cada uno es inherente a la realidad que tiene que vivir, lo que le lleva a no poder elegir entre quieto y parado o dinámico y resolutivo. Mejor flexible como un junco y nunca rígido como un palo. Así, resulta que lo primero y principal es que tengo que actuar de la mejor manera posible y una pudiera ser asumir que el conocimiento dinámico evolutivo adaptativo aplicado y contrastado tenga sentido para conseguir una utilidad como fin. Puede que aquí tenga el móvil genérico para conseguir crecimiento económico en busca de la excelencia. Sepa que tal y como nos presentan, y seguirán presentando, la realidad de la vida, el conocimiento aplicado seguirá siendo mejor capital que el capital dinero. El conocimiento es riqueza y el dinero es un fungible biodegradable con valor residual cero, como consecuencia de la degradación que le produce la corrosión del permanente IPC.

Más y mejor se disfruta de las riquezas
si se recuerdan las pasadas dificultades de la pobreza.
Si usted no defiende su bolsillo de la voracidad de otros,
la dejación le causará la irremediable ruina.

Con el transcurrir del tiempo las cosas y los acontecimientos se difuminan, incluso se ven como si fueran desapareciendo poco a poco y lentamente, además la capacidad de observación y memoria tienden a disminuir, tal vez más de lo que uno pudiera llegar a temer que en su día fuera a suceder como realidad. Se afana uno en recordar lo más posible del pasado vivido para luego, con el transcurrir del implacable paso del tiempo, las cosas y los saberes se van alejando, tal vez habrá que imaginarse que su viaje es hacia la historia en donde posiblemente se guarde o quede retenido, al menos por un tiempo aunque pequeño.

La realidad de la vida se va palpando con el devenir del tiempo y de las cosas que realizamos. Actuamos como si no se fuera a producirse ese final esperado, pero que deseamos sea lo más alejado posible. Ver y sentir cómo transcurre el tiempo, y nosotros a galope tendido sobre él, nos lleva a perder la percepción de la realidad. Ya el trascurrir del tiempo no es lo mismo. La vida nos parece que es larga en el recorrido, pero el tiempo cronológico corre veloz y se la lleva sin contemplaciones. La vida termina por ser, tal vez, como un corto relato que otro a nuestro lado nos va describiendo. Esa mirada ciega de la infancia se ha ido aclarando hasta ser limpia y nítida, pero también se va apagando incluso cayéndosenos hasta reptar torpemente sobre el horizonte caído. Ya se van perdiendo y sin querer las enormes ganas que teníamos de defender la verdad, pero ya la verdad deja de tener importancia porque a nadie le interesa, ya nadie quiere saber eso que para uno ha sido tan importante en su vida, hasta el punto que puede que la propia vida de uno.

Si el tirano nos quita la libertad,
la vida ya no merece la pena.

Perder las ganas de defender la verdad es síntoma de decadencia de la voluntad por competir en el afán de abrirle los ojos a tus semejantes. La verdad es parte importante de la realidad de uno mismo, es parte intrínseca de nuestro ser en lo que se refiere o pertenece a la idea de persona íntegra. En los últimos tiempos, paso por alto cosas que antes eran importantes y defendía con notorio entusiasmo. Ya no me acaloro, ya actúo de forma mucho más reposada. La calma me preside y me da reposo y sosiego, cosa que me va bien para mantener un buen nivel de salud en general. Mi voluntad sigue viva, pero más templada que en mis buenos tiempos, aquellos en los que realizaba mil cosas, incluso la Tierra me parecía que giraba gracias al impulso que yo diariamente le daba. Antes se tenía opinión, teníamos opinión y era un importante valor, pero ahora la gente opina según lo que afines o perversos interesados le han inoculado o casi seguro a través de los media con opinión previamente elaborada de forma consciente para dominarles y someterles. Ahora los acontecimientos negativos o perversos se suceden a gran velocidad, casi unos tropiezan con los otros, es como una caravana en la circulación social y con el inconveniente de circular en dirección única y en sentido contrario.

Por bueno que sea el caballo
necesita espuela y fusta.

Recordando parte de una historia macabra surgen algunos conceptos de la revolución política para producir confusión en los pueblos a base de mentir, difamar y agitar para causar miedo y descomponer. La propaganda está organizada desde las altas instancias y difundida por todos los medios posibles con el fin de someter sin condiciones. Una vez más sale a relucir la eficacia de la mentira, pues sigue siendo la peor forma de engañar para conseguir la utilidad política seguida de la gobernanza. Si desde pequeños a los pueblos se les enseñara Filosofía para saber de qué trata la esencia de las cosas así como las propiedades, las causas y los efectos de las realidades a través de la lógica y la razón, otro gallo cantaría. Partiendo de la Filosofía y de la Metafísica abordamos la Antropología toda en su razón y ser respecto a la enseñanza, a las cosas, a las ideas, a la política, a la gobernanza y a lo que sea, sin limitación de ninguna clase, orden o condición. Desarrollar la capacidad de pensar o discurrir permite elaborar juicios, ideas o conceptos con significados, así como cuestionarlos para encontrar coherencia o contradicción, para inferir o deducir otros distintos que no se conocen. Pero la realidad es otra muy distinta, hasta tal consideración es distinta y distante que lo que sale de la enseñanza puede que se aproxime a lo que se entiende como pueblo amorfo o tal vez otra expresión aún más despectiva. No soy el único que sabe y dice que la enseñanza en nada se le parece a una democracia liberal para generar mentes preparadas y dar respuesta a los grandes retos de la revolución científica global. La llamada y practicada democracia popular es causa para desarrollar el camino de la perversión, la ruina y, el siguiente paso, la miseria. La endogamia en la industria de la enseñanza puede que esté convertida en negocio para unos desaprensivos y la ruina de otros incautos por confiados. De esta consideración se deduce que no se entienda lo que está pasando en estas últimas décadas en España y en otros países del mundo, con lo que no entender es no saber y, por lo tanto, ignorar. Vivir sin más es asumir y consentir, pero no quita que sean responsables de los macabros acontecimientos actuales que miran, pero no los ven ni los sienten; con el transcurrir del tiempo cronológico, seguro que los sentirán y padecerán.

Es una evidencia clamorosa que la igualdad entre personas
 es totalmente incompatible con la libertad de obrar.

 Los accidentes sociales son de imposición de los pocos contra los muchos, pero con la desventaja de los muchos al tener como enemigo añadido a la gobernanza, por ir a favor de los pocos. Ahora nada se entiende, todo nos dicen que está derecho, pero los ciudadanos muchos lo vemos torcido y al revés. Mirar y ver ya no es lo que era. Antes el horizonte se ensanchaba al navegar desde el puerto hacia la inmensidad del mar, pero ahora parece que se navega al revés, o sea desde la inmensidad hacia la pequeñez del puerto. Descubrir y conquistar no es lo mismo que regresar con el rabo entre las piernas. Es peligroso que a la sociedad otra vez se le haga tener que empezar. Es gran error obligarte a vivir en una sociedad convulsa y confrontada. El enfrentamiento trae resultados perversos. La agitación política, social, económica, étnica y otros acontecimientos de condiciones y connotaciones violentas, corrompe la normalidad social así como la estabilidad de las relaciones colectivas según dicta la razón. ¿Cuántas promesas de la gobernanza sin cumplir y ninguna responsabilidad asumida? La imposición y el sometimiento sin sentido no son atributos positivos para gobernar a un pueblo. El mundo también lo tienen en plena ebullición, pero eso no es consuelo para el que ya está sometido. Iguales en la desgracia no es motivo de consuelo. Dicen que “por lo que no dependa de uno, no merece la pena sufrir”, pero es muy duro asumirlo. Lo peor de la mala hierba, por revolucionaria y convulsa, es que lo cubre todo y, donde no llegan los rayos del Sol, no hay vida biológica.

Todos somos responsables de nosotros mismos.
Lo que hoy vale y funciona como éxito,
mañana puede no existir.

La realidad de una sociedad es diversa y responde a distintas categorías. Todos no somos iguales por mucho que insistan los maestros perversos de la nada. La realidad de una sociedad no se define por el ideario político de cada uno de los que tienen tomado el poder. Cuando gobiernan unos, la sociedad es de una forma y, cuando lo hacen los contrarios, borran la anterior designación y plantan la suya alabándola de progresista, solidaria e integradora, con lo que cada uno reparte prebendas a unos y a otros que no se han ganado. El pueblo siempre de mal en peor, ya que es quien paga los impuestos en forma de requisa. Está claro que la sociedad y las circunstancias de ahora no son las de antes, pero vivir trabajando y ahorrando como antes no es lo mismo que ahora, que se gasta muchísimo más de lo que se genera y se disfruta pagando con deuda. Es una evidencia clara para muchos añosos de la España actual que la sociedad de ahora no es la misma, porque no es mejor que la de la clase media que se formó a partir de los sesenta. Antes era la excelencia, realización de los proyectos que llovían por todas las partes, voluntades sostenidas y también esfuerzos sin regateos en el tiempo; entrega y armonía a raudales en una sociedad cohesionada. Antes corrían los críos por doquier, la alegría se repartía gratuitamente y generosamente se disfrutaba, pero ya no hay casi niños, ya no se sujeta la sociedad para una continuidad, todo está en decadencia y sólo aumenta de forma exagerada la impostura, la envidia, la maldad, la desidia, la indiferencia y tantas cosas y comportamientos que hacen palidecer. Renunciar a la ejemplaridad de antes, que era en la mayoría distintivo de persona y personalidad para ser y representar con dignidad y generosidad en la convivencia social, será fatal, por lo que el camino iniciado, en estas últimas décadas, es hacia la decadencia intelectual y anulación de principios y valores.


Antonio Sáez del Castillo

18 de junio de 2018

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