No pensar en profundidad es conformarse con ser un vegetal o ejercer de vulgares aldeanos en versión braceros.
El dinero del déficit sale de los impuestos diferidos y esa será la fuente real de financiación que se necesitará, por lo que poco dinero quedará para la economía real, que es la que podría generar puestos de trabajo. Lo que requiere la realidad de la economía para generar riqueza son puestos de trabajo y no zarandajas de subsidios y subvenciones en forma de auxilio social; promocionar estas malas costumbres lleva implícitamente a la vagancia y a la chapuza, con lo que se promueve y promociona la economía sumergida. De esta forma se perjudica el Estado al recaudar menos y encima tiene que mantener el «auxilio social» que es a lo que ha acostumbrado a una parte importante de los que no tienen trabajo y a otros que no lo buscan, a la vez que dificulta la incorporación de la gente joven, que es a la que, en principio, no le importaría comenzar a trabajar aunque fuera con un sueldo bajo. Para la empresa privada, que es la que genera puestos de trabajo reales, sería un estímulo la rebaja en los costes de contratación. Es la economía real la que depende de los puestos de trabajo, pues es de donde sale la riqueza para el consumo, el beneficio y los impuestos.
Al progreso se llega con puestos de trabajo
a la miseria con parados subsidiados.
La felicidad tras de la que van las personas es pura ficción, es como confiar en la esperanza para conseguir un futuro maravilloso. No saben que todo lo que el ser humano es capaz de conseguir realmente es finito por estar limitado al conocimiento adquirido y a la realidad que le produce, por lo que cuando se traslada con la ilusión patológica a lo que llama infinito está elucubrando un camino y un fin fruto de su imaginación creativa sin ningún fundamento de realidad, ni siquiera por aproximación.
No existe en el ser humano la posibilidad de trasladarse a magnitudes inconmensurables y menos lo que se considera infinito, lo que quiere decir que cuando se recurre a esta consideración se está demostrando la propia incapacidad para describir lo que es imposible. Al ser humano le cautiva más confiar en lo que no puede conseguir que realizar lo que tiene cerca y real. Por ejemplo, la promesa le cautiva, pero sin embargo está muy claro que más vale un toma que un te daré.
La codicia desmedida desata deseos vehementes de grandes riquezas como referencia de la felicidad tras de la que van los pueblos, pero es sólo una ficción, nada de realidad, todo deseo e imaginación y mucha confianza en conseguir lo que se imaginan que identifican como posible realidad. La ficción no tiene visos de realidad, pero ya la tienen en las manos, la ven y la empiezan a disfrutar. La felicidad viajando en el tiempo se la traerá la esperanza. A través de los siglos, el ser humano no han llegado a comprender que la esperanza es un camino que no existe y por lo tanto no tiene fin, salvo el infinito como realidad inventada, por eso no se cansan de esperar lo que nunca va a llegar y nunca van a recibir, pero aun así seguirán soñando generación tras generación e irán cayendo en la desilusión, en el fracaso y en la desesperación, para después otra vez volver a empezar; pero eso sí, siempre convencidos de que en lo que creen es su realidad y derecho merecido, por eso merece la pena esperar.
Para el ser humano, y para la sociedad toda, la felicidad es un intento de conquista permanente en su deseo de obtener riquezas ilimitadas, de lo que se deduce que una vez conseguidas unas migajas no cesarán hasta conseguir el pan, y así en espiral ascendente.
Pronto también el ser humano descubrió que llegaría más fácilmente a las riquezas, y por ende a la felicidad material, si conseguía poder sobre sus semejantes, y ahí se puso a medrar, pues el logro sería más y mejor y con menos esfuerzo, incluso sería admirado y respetado por los de inferior condición. La lucha desenfrenada por el poder, igual que por las riquezas, es fruto de una inclinación natural de la humanidad toda, pero para que unos pocos estén arriba los más tienen que estar debajo, por lo que no se duda en lo que sea posible y haga falta para desarrollar la lucha de unos pocos contra los muchos hasta llegar a someterlos y vivir a costa de ellos. En principio la lucha es pacífica y como si nada, pero si fuera necesaria la guerra ahí estarán para organizarla y ganarla, ya que el generoso fin a conseguir justifica sobradamente los medios cualesquiera que sean, el caso es estructurar la sociedad con unos pocos arriba y el resto sometidos abajo. Una vez conseguido el poder y todos los medios a su alcance, el mantenerlo es ya más fácil, dada la asimetría entre poder y pueblo. La grey entrega al poder su voluntad y todos sus derechos, además se obliga a obediencia absoluta. Así nace y se desarrolla el maravilloso gobierno democrático del pueblo y para el pueblo.
La mayoría de los seres humanos, hayan nacido donde quiera que sea, se verán sometidos desde su nacimiento hasta el último instante de su vida a constantes desafíos y a multitud de experiencias, pero la peor carga que tendrán que soportar, consciente o inconscientemente, es la de vivir sometidos, les guste o no, a la tiranía del poder que les corresponda.
Un pueblo adormecido por el opio de la mentira sistemática
de un gobierno opresor, implica que renuncia a su natural destino.
Un pueblo no debe nunca claudicar,
siempre tiene que estar en imaginaria permanente,
porque el que le gobierna tiene la intención implícita
de someterle hasta esclavizarle.
Un pueblo espectador de los acontecimientos que le acosan, sin dar respuesta adecuada y proporcional, es un simple rebaño. A medida que un pueblo se repliega sobre sí mismo está construyendo un cerco psicológico dentro del cual está prisionero y sin darse cuenta que ha construido su propia cárcel. La naturaleza enseña a vivir en libertad pero en competencia y vigilancia permanente. Todos los días hay que luchar para sobrevivir y el descanso es sólo pasajero, simplemente relajarse supone ceder a favor de otro, generalmente enemigo.
Cuando un pueblo se adormece pierde la alegría y la ilusión
de luchar por su libertad. A los pueblos se les quita la libertad y sus
derechos naturales, por eso necesitan estar vigilantes ante el
potencial asaltador.
El que no protege y cuida de su patrimonio
otro se lo robará.
El desarrollo de la vida se hace en grupos, en colectividad y en convivencia de unos con otros y entre todos, pero como en los trigales hay unas amapolas que destacan por su color. En las sociedades también unos pocos se arrogan el poder y asumen que son los encargados de con su color quitarle la importancia al pueblo, incluso hasta anularlo. Cuando los gobernantes con sus imposiciones dictatoriales ocultas bajo el manto de la democracia producen estragos en la sociedad, a la que debieran servir con entrega generosa y equidad, entonces no hay más remedio que analizar, reflexionar y concluir. La ventaja del poder está en desunir, degradar y atemorizar, y lo hace decidido y sin contemplaciones. Cuanto más miedo, más entrega y convencido sometimiento, así nacen los hijos del Estado en forma de rebaños, con lo que aumenta seguridad en la gobernanza.
Por si acaso, todos los poderes del Estado están en las manos y decisiones de los gobernantes. Y el pueblo, ¿qué tiene el Pueblo para su defensa? Nada, salvo la poderosa arma de su dignidad colectiva ante el opresor. Para permanecer en el poder basta con convertir a un pueblo en rebaño lanar, y luego mantenerle con forraje de subsistencia y la mentira como ilusión. Estas colectividades en forma de auténtico rebaño con sus cabezas agachadas son silenciosas, obedientes y productivas, además sumisas ante el pastor que ordeña y esquila, entregando el beneficio como dádiva al divino teocrático que gobierna sus débiles cuerpos y nulas voluntades, así como sus sentimientos y sus decrépitas almas. Ante la corrupción política tan generalizada pretenden, los de la misma cuerda, hacer un pacto contra su propio descrédito, con el fin de que la gente siga confiando en ellos como responsables, eficaces y honrados representantes del pueblo.
Hacer un pacto supone intentar tapar o escurrir el bulto sobre una realidad vergonzosa llevada a cabo por gentes indeseables que están donde no deberían estar y volver al lugar del que no deberían haber salido nunca jamás. La corrupción conlleva la complicidad de los afines o de los que están cerca de ella y no se atreven a denunciar, por lo que tanto peca el que mata como el que tira de la pata.
La corrupción tanto da que sea de personas como de partidos,
de tramas organizadas a la sombra y cobijo del poder
o en cualquier otra versión.
La corrupción no es ni mucho menos epidemia maligna de estos tiempos modernos. Ya en la Historia hay para dar y tomar en la abundancia e intensidad que se quiera, ya que es consustancial con el ser humano. La corrupción generalizada es también símbolo de una sociedad podrida. La corrupción es negativa, indeseable, maligna y por lo tanto vituperable. Lo más vergonzoso de la corrupción es que los representantes más genuinos son los gobiernos y los centros de manipulación de precios en los mercados organizados, así como las entidades de calificación, los organismos de control y supervisión, la diferencia entre el valor de precio en libros y el precio real de mercado, y tantas otras referencias irrefutables de estafas organizadas que sería prolijo enumerarlas. A pesar de la gran dimensión que cobra la corrupción realizada a la luz del día, y ante los ojos de todo el mundo únicamente una minoría se atreve a denunciarla. Los mismos componentes de los gobiernos mienten descaradamente quitándole acidez a la corrosión de la crisis, además amparándose en que no hay que añadir más leña al fuego. La desvergüenza en el mentir es siempre punible, pero los cínicos mienten conscientemente para su favor y perjuicio del pueblo, pues éste se fía y con ello más hondo cae en el abismo. ¿Es corrupción comprar en origen un producto de primera necesidad a 20 céntimos de euro y venderlo en destino sin ninguna transformación a un euro? ¿A cuánto se paga el melón en origen y a cómo lo paga el consumidor final? ¿Y las naranjas, las ciruelas, los higos, el boquerón, etcétera? Pregunta al incapaz metido a comerciante: ¿Qué tal vas con tus matemáticas? De momento me voy defendiendo, compro a dos y vendo a cuatro y con ese 2% voy tirando.
La verdad de la realidad de la crisis es ocultada de forma vergonzosa por los que antes la negaron, con lo que la duda y desconfianza toman cada vez más fuerza y referencia en la mente de las personas. La verdad de la realidad irrefutable es la mejor guía, pero para el poder sólo existe cuando todo va aparentemente bien, pero en el momento que la cosa se tuerce y empieza a caer, entonces mentira tras mentira, con lo que el engaño es el señuelo para tapar la cruda realidad.
10-11-2009. El presidente del PP, Mariano Rajoy, manifestó en Zaragoza que en las próximas semanas se reuniría con el Comité Ejecutivo Nacional para aprobar un nuevo Código Ético de obligado cumplimiento para todos los cargos públicos y dirigentes del partido, que será más exigente que la legislación española vigente en materia de corrupción. Igualmente afirmó que intentaría elegir mejor a candidatos y dirigentes, además afirmó que los políticos de derechas o izquierdas no son mejores ni peores que los ingenieros de caminos, los empresarios, los periodistas o cualquiera. De ser esto que ha leído cierto y verdad, no sé por qué se ha alarmado cuando anteriormente ha leído que la corrupción es bastante generalizada y cositas parecidas.
La realidad insoportable es que la corrupción ha ido aumentando y generalizándose progresivamente hasta dispararse, se ha propagado como una peste asquerosa y ya no se soporta más por los grandes y sonados escándalos, lo que quiere decir que hay que extirparla para que no sigan deteriorándose los políticos y el Estado dado en llamar democrático y de derecho. Si tiene que hacer otro Código es porque tal vez el anterior fuese para monjas de la caridad. Con relación a y tú también, no, de ninguna de las maneras. A quien hay que depurar es a la casta política, que es la que abusando vergonzosamente de los cargos públicos toma para sí parte de los recursos públicos, a sabiendas que goza de ciertos privilegios de impunidad que nada tienen que ver con los de un ciudadano común.
Decir que hay que hacer un código de buena conducta de altos cargos es, además de robar al pueblo, reírse en su propia cara. El sinvergüenza no necesita la guía de un código, ya que si hace lo que hace con las leyes vigentes para los comunes menos cumplirá una recomendación; por lo tanto, el ladrón tiene que ser juzgado porque el que hace una hace ciento si le dan oportunidad y tiempo. Al corrupto de ambición innata, la codicia desmedida le lleva a la avaricia y al endiosamiento en rapacidad de los bienes materiales públicos, pero no piensa que con el tiempo puede existir la posibilidad de perecer ahogado en la abundancia de lo indebidamente conseguido.
San Pablo: «La codicia es una idolatría». El dinero, cuando es considerado como una divinidad, por él se está dispuesto a hacer lo que sea y por los medios que hagan falta, sin escrúpulos ni consideraciones de ningún tipo. Para el codicioso lo importante y único es el fin. ¿Por qué el corrupto no repara en lo que dice San Pablo?: «Nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él». Al final es verdad que todo sobra, incluso lo poco o nada.
Insistir en privilegios para redimir sin pena ni entregar la prenda del mal causado a la sociedad es añadir más y más corrupción. La corrupción política y de los poderes del Estado o afines aún tiene que tener más castigo por el mismo delito que el delincuente común, pues no tiene ningún sentido que por aprovecharse de los bienes públicos valga como sentencia política la simple dimisión. El castigo pronto y proporcional al representante público debe ser superior y ejemplarizante, para que sirva de disuasión.
La corrupción como tsunami social es uno de los peligros más grandes que hay para la consolidación de un pueblo en la democracia real, por eso no hay que ser débil con el corrupto, más bien justo y generoso en la aplicación de la ley que se aplica al común y, de regalo por su comportamiento pernicioso para la sociedad, la inhabilitación eterna para cargo público.
La codicia y la avaricia conducen a la idolatría, de aquí que la corrupción en su contexto generalizado es escarnio vergonzoso que no se puede seguir soportando. La mangancia que conlleva la corrupción es burla cruel que ofende y humilla, es herida grave que se le hace a la sociedad y con la que es muy difícil convivir y soportar.