¿Reflexión simple de una utopía? 

 


Un pueblo callado y manso es como ganado
que pasta en la hierba del prado.

 

En la imaginación desmedida ni la Tierra ni el mundo tienen fin. Pero esta no es una realidad para el ser humano. El hombre se identifica más y mejor con lo que tiene cerca, lo más próximo, lo que él puede ver y tocar, eso que es entorno y que con poco caminar lo alcanza; así su casa, sus familiares, sus parientes y amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, el tabernero de la esquina o el barman del bar en el que se toma el café por las mañanas, su ciudad, la capital y su país. Pero no más allá, no mucho más lejos, porque la distancia le produce angustia, promovida por la soledad, la distancia o el alejamiento. En fin, muchas son las autolimitaciones que el ser humano se impone de forma natural, pero aspirar a la soledad no es condición animal ya que biológicamente y antropológicamente se prefiere el rebaño. La vivencia en comunidad le da seguridad y cobijo psicológico, por lo que se siente más protegido dentro de la tribu de su especie. Aun así el ser humano es animal de fronteras, de limitaciones con poca extensión, de pequeños recorridos, de superficies reducidas, salvo correrías o escaramuzas, pero vuelve a su redil, ya que es ahí donde está la seguridad y por lo tanto su vida.Dominar su pequeño entorno es la conquista que desarrolla durante su vida. 

Cuando sale lejos no puede dejar de sentir la sensación de que le parece que se estáintroduciendo en la profundidad de la nada, le parece que camina, cada vez más y más deprisa, hacia la profundidad de un abismo que le puede llevar lejos de su lugar, del que no debía haber salido nunca, pues cada vez más surge la sensación de alejamiento que le angustia, lo que produce incontenible zozobra y ve que le nace la desesperación. ¡Que camino más torcido el que he elegido, mejor no haber empezado! Si lo sé no vengo. El ser humano toma como referencia su lugar, en el que ha nacido, se ha desarrollado o el que habita desde hace mucho tiempo. Así tiene la sensación de que está o se aleja, ¿pero es cierto que se aleja? Si se aleja de un lugar es que está acercándose a otro, ¿o no? Pues no. Ese razonamiento no vale, ya que el punto de origen es donde está, y todo se refiere a su lugar. Se aleja de su lugar o se acerca a su origen; esta es su referencia y no otra. Para él, el centro de la tierra y del mundo, es el lugar de su asentamiento permanente. Y así para todos los habitantes de la Tierra.

El pensamiento no es una anécdota en nuestra vida, ni la memoria tampoco y mucho menos el recuerdo. Borrar todo lo que tenemos almacenado como cultura y aprendizaje no es posible, sería una tremenda barbaridad, nos quedaríamos sin nada, vacíos y en el desamparo más angustioso. El ser humano no es nada sin el correspondiente aprendizaje; si se borra todo nos quedamos en nada, en la soledad con nosotros mismos, aislados de la realidad de la vida. Con la mente vacía la vida no tiene sentido, no sería vida, o no sería esta vida, sería otra muy distinta, a lo peor ni vida sería. Es el recuerdo de los acontecimientos vividos lo que nos da la realidad del momento, lo que nos hace seguir el camino que hasta ahora hemos recorrido, el que nos da el principio de un nuevo día, el sostén de lo que hacemos hasta que vayamos incorporando otra nueva experiencia. Vivir empezando permanentemente es no existir, es estar iniciándonos constantemente en lo que inmediatamente tenemos que olvidar. Sería una gran tragedia que olvidásemos todo lo que hemos ido acumulando durante todos los años de nuestra vida con tanto esfuerzo y sacrificio. Lo aprendido es escalón para el siguiente peldaño, es base para la continuidad, sostén y consolidación del camino andado, referencia para la nueva experiencia, guía para no perdernos por los caminos. El que no sabe no es que haya olvidado,
simplemente no lo tiene almacenado como respuesta.

La tan cacareada opinión pública se utiliza como demagogia en actos vergonzosos de manipulación, los cuales rayan el cinismo más horroroso e infamante cuando se consuma en reuniones colectivas en forma de procesión de fieles que profesan la fe en nada, pues con una consigna se les convoca y con los dogmas se les bautiza. Debería ser muy inquietante para el cordero que asiste a la procesión por las actuales cañadas, representando los antiguos actos de dictadura popular con parlamento en los empedrados o en las calles de “agua va”.

Tildar de progresista actuaciones del gran público convertido en masa amorfa en movimiento con sentido prefijado y partitura en mano, no parece que se ajuste a la realidad, más parece una falta de respeto, un despiste, una bajeza o una consideración indigna intencionada, pues una orquesta en forma de caravana que interpreta de forma inconsciente la partitura que beneficia sólo a su autor, que aunque no la firma la reivindica con su participación de director, no puede ser considerado un acto espontáneo y voluntario del que es movido a través de las listas de reclutamiento con soldada incluida, como a la antigua usanza, sólo que antes se criticaba y ahora se oculta, pero que cuando se delata encima se alaba. Cuánto has cambiado, y cuanto cambias, mi conocido Juanillo. Antes entre el proletariado, como oveja en rebaño, luego de maestro, enseñando modales y buen gobierno, usando alpaca en vez de lana, y ahora vuelta al pasado, a esas correrías que te consentían y que tu creías y decías que eran conquistas del proletariado, pero que tanto fruto sacaste del árbol que otros plantaron, regaron y cuidaron, para que te comieras traicioneramente el fruto que nunca te mereciste. La vida cambia, tú no; las cosas cambian, pero no te interesa que así sea, pues prefieres jugar con las cartas marcadas, y de no ser como tú ordenas rompes la baraja, o sea, sacas los rebaños a las cañadas convertidos de forma quijotesca en soldados de la liberación. Ya se sabe que no se trata de que gobierne el pueblo, lo que se hace es utilizarlo para “derrocar al conde duque” y que tú te pongas en su lugar, pero el rebaño otra vez a pastar en los campos de secano, soportando la agostera y las inclemencias de los fríos y horribles inviernos, esas sequías y disfrutes de las
penurias, pero eso sí, con la generosidad, por tu parte, de conceder licencia y privilegio a tus siervos de pastar en los prados del predio gubernamental. El gran error que históricamente han cometido los pueblos es no saber distinguir entre amigo y enemigo, entre representante y opresor, entre gobernante y dictador, entre dignidad y fantoche, entre capitalismo liberal social y capitalismo de Estado, hasta que no ha vivido y sufrido sus consecuencias. La alegría de su ligereza le ha llevado de forma permanente al arrepentimiento. Ni el arrepentimiento ni la disculpa ni tampoco el pretexto han resuelto nunca nada. Conviene que no lo olvide, pues predicar no es dar trigo.

Qué fortuna tan grande encontrar maestro a tiempo que nos marque el camino. Sí, pero es suerte superior el que nos acompañe, en los principios de nuestra andadura. 

Los medios son el brazo armado del poder, poder en sí tan poderoso como el poder omnímodo, o al menos es la parte visible del poder. El poder está compuesto por una etnia muy limitada, que a su vez se enfrentan encarnizadamente para conseguir la cumbre del poder, resultando de la disputa entre ellos la hegemonía transitoria del poder absoluto. Es dentro del círculo del poder donde únicamente se produce la alternancia; de aquí hacia abajo, ya todo es casi igual o parecido: siervos y rebaño. Los cargos están sometidos al vasallaje del poder político o del núcleo duro que les nombra. Ellos son representantes del nombre o del poder que queda oculto, el que no se ve y la gente piensa que no existe. 

Pensar que al ser nombrados ya tienen derecho de fielato es gozar de ayuno intelectual muy acusado, tanto como para no darse cuenta de que no pintan nada, salvo lo que les autorizan de forma precisa y concreta. Cuando se produce la tormenta entre los elementos que disputan el poder, el pueblo
tiembla ante los cañonazos que disparan los ejércitos enfrentados, ya que es el destino de sus disputas o rencillas. Sólo hay tranquilidad hasta que una de las partes noqueada en contienda se rehaga, luego comienza de nuevo el ciclo de la disputa y el enfrentamiento. En el poder la agitación es constante, nadie descansa, siempre maquinando cómo derrocar al de arriba, siempre en la conjura, nunca en el descanso, jamás el reposo y no existe el sosiego, sólo la dinámica de la disputa y del enfrentamiento, con lo que no dejan descansar al pueblo. El poder es para el pueblo como una irremediable maldición, que la tiene que sufrir y padecer aún a sabiendas que no la necesita. Así el poder es una cosa y el pueblo otra muy distinta, y  especialmente distante.

¿Cuántas veces se suele identificar al pueblo con el poder? Infinitas o siempre, pero cuando al pueblo se le asigna la referencia del poder actual responde que él no tiene que ver nada, que el gobierno es una cosa y su vida realidad distinta. El poder siempre tiene una parte del pueblo con él, pero no al resto del pueblo.

Es cierto que cambian las cosas, muchas más de las que a nosotros llegan, pero tal vez no cambien tanto como pueda parecer, pues alguna, puede que bastantes más de las que uno pueda pensar, no cambian, siguen igual, inmutables ante el tiempo, ante las generaciones, ante los aparentes nuevos gustos; las nuevas formas de vida siguen conteniendo una parte muy
importante de la tradición, y también del conocimiento y sabiduría de  pueblo que no cambian o se modifican tan fácilmente como se pueda pensar. Cuando el progreso te asombre, basta con mirar dentro de ti y de tu entorno más próximo para ver que sí, que se avanza, pero es el entorno el que se mueve y modifica, pero no la existencia del ser humano, esa no cambia en el concepto de trasformación, sí en el de uso, disfrute, y todo el entorno como medio en el que se desenvuelve. Lo llamado progreso contraído con deuda descomunal hay que tomarlo con sabia serenidad y con consciente desprecio. Del progresismo de izquierdas que con tanta demagogia nos venden, ya no digamos, lo peor de lo peor y de mal en peor.

La energía potencial del pueblo, a efectos de movilización, nunca fue puesta en movimiento por él mismo, más bien la ha puesto al servicio de los gobernantes, en el sentido que cada uno ha necesitado y promovido. El pueblo no se mueve nunca, al pueblo se le mueve de la forma e intensidad que programa el organizador. El pueblo acude a la llamada, se entrega sin condición a la causa que le indica el que le convoca, y la defiende como si fuera de su propiedad. El pueblo siempre se entrega al líder, a cualquiera, le da lo mismo, lo único que toma como consideración es la contraseña o el eslogan de la proclama, pero como idea que hace suya como si fuera la causa de su progreso y el comienzo de su camino hacia la salvación divina.

Al pueblo se le llama a la contienda con entrega incondicional de su cuerpo, su vida y hasta de su vida, pues el bálsamo que le ciega es saber que tendrá como recompensa el triunfo coronado con el éxito, en la tierra, y en la otra vida la gloria, en la que disfrutará de las inmensas recompensas de felicidad infinita como premio especial a su entrega singular como ejemplar
ciudadano y modelo de héroe a imitar, incluso puede que hasta sea santificado o como poco canonizado. Los líderes se erigen como representantes ungidos por los oleos del poder sublime e infalible, los cuales se manifiestan ante sus fervorosos fieles con sus soflamas demagógicas llameantes de fuego purificador que proclaman la esperanza de la redención absoluta. 


Poner fe en la esperanza de conseguir las promesas de los demagógicos sofistas, es causa perdida. ¿Para quién es la democracia que venden tan maravillosa? En teoría para todos los españoles en condiciones de igualdad y equidad. Pues no, no y no. En la transición fueron elegidos los representantes del pueblo, los que nos iban a gobernar, los que ostentarían el poder en exclusividad y de forma permanente. Todas las normas o leyes se hicieron para una minoría ya elegida de antemano, y para nadie más. Los partidos políticos y sus miembros fueron elegidos a dedo, sin que interviniera el pueblo, fueron los de siempre los que manejaron el cotarro y se repartieron el poder, pero el pueblo no pintó nada, sólo se le pidió que refrendara o se adhiriera al contrato que unilateralmente redactaron unos pocos elegidos y que ya sabían de antemano que serían ellos los únicos que se encargarían de disputarse el poder alternativo. El pueblo antes no participaba en el poder, después tampoco y ahora más de lo mismo. Son los mismos perros con distintos collares, -como se suele decir-, pero eso sí, bajo el manto de la democracia: el gobierno del pueblo, desde el pueblo y para el pueblo. Hace falta ingenuidad, mucha más inocencia y especialmente fe, muchísima fe y adornada con los laureles de la candidez para tragarse rueda de molino o viga de lagar. No ver o no darse cuenta de que el pueblo ha sido marginado, no sólo es de echarse a llorar, sino que le han dado gato por liebre.

Marginar al pueblo es lo más fácil y simple que saben muy bien pueden realizar con la absoluta impunidad el que está en el poder en alternancia con carácter exclusivo. Hay distintas formas de engatusar al pueblo, de usurparle sus derechos, de esquilmarle, de reírse de él en sus propias narices, de hacer el sin vergüenza lo que le venga en gana, pero como quiera que ciertas fechorías no están tipificadas no hay forma de juzgarles ni condenarles, si procediera.

Las cosas intangibles toman forma real a través de las palabras; por medio de las frases intentamos presentar ante otro la realidad de lo que conocemos y que en principio otro no ve, y por lo tanto no conoce. Las palabras y las frases son el cuerpo de representación a través de las cuales se llega a ver las formas de lo intangible. Todo es realidad, no sólo el cuerpo físico y tangible clásico sino aquello que no se ve a simple vista, como por ejemplo el oxígeno, que es imprescindible para la vida y del que no tenemos conocimiento como tal.

Hablar es facultad natural del ser humano; es el conjunto de sonidos articulados con los que expresamos las ideas. Si conocemos bien o lo suficiente el lenguaje podremos hacer una descripción del elemento o la idea con bastante aproximación, incluso con cierta fluidez y precisión podemos imaginar el cuerpo real de lo que para nuestro sentido de la vista es imposible de llegar a conocer. Cuando alguien es artista en la descripción llega a presentarnos los conceptos o acontecimientos en una narración tan perfecta que hasta parece que lo estamos viviendo, pues nos lo presenta como si fuera cuerpo físico cuando realmente es intangible. La magia de la palabra nos lleva por el camino de las sensaciones a las realidades que constituyen el inmenso y maravilloso mundo de los placeres y la fascinación. El conocimiento amplio de una lengua nos da la posibilidad de hacer bellas partituras escritas en el pentagrama de la creatividad, la conjugación y la elocuencia. Cuanto mejor conozcamos una lengua mejor podremos expresar el riquísimo mundo de cada uno, llegando a poder crear realidades que parezcan de ficción pero que el placer las acepta como realidades permanentes de disfrute. 

La cultura y las tradiciones de los pueblos al igual que los conocimientos se hacen y se trasmiten a través de la lengua, cuya riqueza de léxico tiene que ser constantemente creciente, creando las palabras que en cada momento sean necesarias para representar con la máxima aproximación lo que se quiere trasmitir. El lenguaje es un ente vivo y su dinámica consiste en la adaptación a la realidad, pues las palabras nacen, se desarrollan y pueden desaparecer, lo importante es la riqueza que se va acumulando. A todos nos deberían enseñar desde pequeñitos la lengua principal del Estado en la que nos tuviéramos que expresar, en su más amplia extensión, hasta llegar a la oratoria. El arte de la elocuencia tenía que ser la asignatura primera y principal.

Luego lo demás. Dada la vergonzosa decadencia actual en la que está sumida la enseñanza en España, puede que tal vez fuera el momento de recurrir al romano Cicerón, al español Quintiliano y a otros eruditos ejemplares para que resucitara una nueva sociedad de la que estamos tan necesitados para dar respuesta a tantas dificultades actuales y futuras.

Cuando se mira y se ve a través del conocimiento, no existe ningún tipo de niebla, todoes puro y limpio, inmaculado, real, sublime, muy grande, hasta casi infinito, pero sin dejar de ser cierto, en verdadera dimensión, en la escala de proporciones de los sentidos normales, pero de representación más cabal que la realidad habitual. El que no sea capaz de ver a través del intelecto es el verdadero ciego, no el otro, el que se conoce normalmente como ciego porque nopuede ver con los ojos. El mundo más inmenso y más infinitamente maravilloso es el que ves con el ojo del intelecto y el zoom de la imaginación y la creatividad del cerebro.

Las promesas de los sofistas
 nunca se han correspondido con sus fines.

El sofista es el ungido, el enviado del poder, el que como bufón divierte a su poderoso y se ríe del pueblo, el que disfruta de doble naturaleza, la humana y la divina, el que gobierna a la masa porque con su soflama consigue la obediencia, el que dirige al rebaño hacia el matadero, el que no tiene sentimientos porque se siente también con poder, pues no en vano ostenta el poder sobre la grey, por eso le produce malévolo placer el arrastrar a la masa y someterla a su ciega obediencia. Su comportamiento moderno recuerda la referencia histórica de los profetas vividores que de la ignorancia del pueblo se valían para engatusarlos y engañarlos, pues eran en realidad impostores que escenificaban sus actos en representación de iluminados, que veían en su representación la posibilidad real de vivir a costa de los ignorantes, a los que les podían manejar con total facilidad y obtener de ellos el impuesto deseado en forma de dádiva, pues eran la propia impostura y también el poder, ya que de ellos dependía. Son fabricantes de la traición envuelta en el celofán del sugestivo consejo. Los impostores se presentan como sacerdotes de las creencias en el éxito, hablan desde los púlpitos de los lugares de las finanzas y de los medios de comunicación y adiestramiento. El icono sofista que es el que generosamente marca el camino para conseguir el pueblo las riquezas prometidas y codiciadas, pero nunca jamás alcanzadas. Los auténticos demagogos son muy largos en prometer y cortos en cumplir.

Los sacerdotes del poder absoluto se encargan de dar forma a una especie de religión de la ambición desmedida del gran público, que bien podíamos llamarla ambicionismo, en el que su dios es el poder, los sacerdotes los sofistas y los fieles el pueblo.

Lo más pegajoso de cierta cultura impuesta, por el progresismo perverso, no es fácil quitársela de encima, ni siquiera vale limpiarla o lijarla ya que se lleva encima como una piel o un músculo, con lo que va con uno permanentemente por donde quiera que vayas. Los estereotipos perversos impuestos condicionan tanto como el imperativo biológico, son fuerzas difíciles de vencer, lo más que se puede hacer es atenuarlas, intentar disminuirlas y que cada vez condicionen menos. Las condiciones impuestas son las que a todos conciernen, se llevan o se arrastran, se transportan a donde quiera que vayas y es como una rémora que le impone la historia del lugar y el entorno donde se ha desarrollado y vivido. Cuando se reflexiona sobre el lastre que tanto condiciona, nadie acierta a describir por qué esto es así, por qué tienes que arrastrar carga que no has solicitado, por qué tienes que poner delante de todo lo que hagas lo que te han impuesto como herencia. ¿Es que no tiene el ser humano capacidad de libertad para decidir en cada momento lo que debe hacer por sí mismo? ¿Por qué tiene que estar condicionado de forma tan vinculante a la cultura y educación inoculadas? ¿Por qué está tan mal visto el que se libere de ciertas ataduras? Caminar por la vida en pos del progreso arrastrando los grilletes del sometimiento es pena capital para el que piensa de otra forma o en otros caminos para concebir su presente y su futuro. Cada uno tiene el derecho, la libertad y la posibilidad de construir su forma de vivir. ¿Por qué siempre sumisión? ¿Por qué a la forma distinta de actuar se le llama protesta o rebeldía? ¿Por qué todo tiene que seguir siendo igual y nada se puede cambiar hasta que el poder omnímodo lo decida según su conveniencia impuesta por decreto? ¿Por qué el poder se arroga el derecho de imponer lo que sabe que al pueblo le perjudica? ¿Dónde está la libertad en equidad de justicia? ¿Dónde los derechos del ciudadano para su capacidad de obrar ajustado al derecho natural y leyes justas? ¿Dónde está el poder actuar sin molestar y respetando en equidad y orden a los demás si no me dejan desarrollar mis ideas para construir mi propia vida? El mundo es injusto y lo es porque la gobernanza ha descompuesto la sociedad en su unidad básica familiar para así dominarla y someterla. O sumisión o rebeldía. Si quieres paz, sumisión; si quieres organizar tu vida en orden, respeto y equidad, rebeldía. La justicia corrompida por la gobernanza en exceso y parcial es injusticia, la cual promueve la rebeldía y da lugar a la protesta, convirtiéndose el ciudadano en guerrero permanente de su justa causa. Únicamente cuando ya el clamor es asumido por el receptor, vuelve la calma.

Las reformas en el conocimiento hay que realizarlas bajo la batuta certera del pragmatismo evidente. Nunca se debe cambiar por cambiar, por ir a la moda, por seguir la sandez o tontería de turno que se le haya ocurrido a un indocumentado. Hay que hacer las cosas bien, con realismo, de forma fácil y sencilla, con equidad y sin retórica ni fantasías. Hay que basarlo en la verdad irrefutable de los casos prácticos obtenidos a través de la investigación empírica contrastada. Lo que vale es lo que funciona. O lo que funciona es lo que vale.

Las ideas aportan más luz de entendimiento a medida que van consolidándose y aumentando en número. Las ideas, los pensamientos, la imaginación, la creatividad y la observación consciente de la realidad, son fuentes de las que bebe la reflexión profunda para conseguir el caudal de las conclusiones válidas del intelecto en su conjunto. Recuerde y practique siempre la observación consciente realizada de forma minuciosa, detallada y lo más nítida posible, ya que es el embrión que utiliza el cerebro cósmico para que fecunden una gran parte del conocimiento racional y creativo. Mirar y ver bien son dos oficios difíciles de
aprender. No lo olvide.


Antonio Sáez del Castillo

21 de agosto de 2019

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